jueves, octubre 19, 2006

a.narco.amor


será mejor que yo te advierta que camino solo | seguro que estoy bien y trato de cambiar un poco | las cosas que hoy me pasan son mejor que las de ayer | cansado de gritar que nunca nada es suficiente | me tiro sobre el pasto y miro como gira el frente | yo quiero que estés bien aunque estés lejos y yo sola | no me preocupa el tiempo porque soy natural | es cierto que te extraño y que recuerdo tus caricias | pero es así mejor, la libertad hoy tiene prisa (natural :: pasto :: 1992)
fotos: ea

sábado, octubre 14, 2006

7:17

Acabo de leer la última Pimba!, demorada en mi escritorio ante tantas otras cosas que debo leer. La pimba! más vieja que tengo es de Diciembre de 2002 y esa vieja revista de bolsillo poco tiene que ver con ésta que descansa en mi escritorio desde hace unos días. Si algo me enamoró de aquel fascículo naranja fue que hablaba de "El guardián del centeno", un libro de Salinger que siempre había estado buscando. En aquella época no existían Freeway ni Neo, los diseñadores nacionales aparecían muy tímidos sobre escena, El Piso acababa de abrir, la fiesta final era en Dieciembre y en el Parque Rodó y era realmente "al final", el directorio y la agenda eran más cortos, los lentes cuadrados de marco grueso eran poco frecuentes y todavía no había cerrado Tabarúa, un bolichito surfer que fue testigo de una de las mejores fiestas de mi vida, que ni siquiera la agitada agenda que me ocupa desde el 2004 pudo superar. VA diría que fue una noche "soñada" y ya desde entonces, tan distintas a lo que somos ahora, callejeabamos bajo lunas inmensas. Las Pimbas de ahora son temáticas y la última se refiere al tiempo. El tiempo es un tema que me ocupa y me pre-ocupa quizás desde la infancia y no me sorprende encontrar en esta edición párrafos enteros que reflejan mis inquietudes, quizás porque le son propias a la especie y uno no les puede escapar. Hace poco me descubrí diciendo que en los próximos 15 años tengo que resolver mi vida, sin que sepa exactamente que quiere decir resolver mi vida. Quiero una vida linda pero no sé que quiere decir una vida linda. Hace más o menos un mes que me encuentro autorecluída, engordando, leyendo y escribiendo casi enfermizamente con el objeto de coronar mis 5 lustros con un papelito que apenas va a simbolizar un punto y coma en el interminable trayecto por el sistema educativo al que fui entregada cuando ni siquiera sabía andar en bicicleta. Todavía no sé muy bien si este va a ser mi auténtico destino porque todavía no encontré el objetivo. Este texto no estaba planeado y en su lugar debía ir un párrafo de Kundera o de Steinbeck, que no sólo sirve para compartir sino que es un buen control retrospectivo de qué libros voy leyendo.
En su lugar me decidí por Borges, otro obseso del tiempo que fue, en este mes, mi relectura en los buses.

El libro de la arena | Jorge Luis Borges

Me pidió que buscara la primera hoja.
Apoyé la mano izquierda sobre la portada y abrí con el dedo pulgar casi pegado al índice. Todo fue inútil: siempre se interponían varias hojas entre la portada y la mano. Era como si brotaran del libro.
-Ahora busque el final.
También fracasé; apenas logré balbucear con una voz que no era la mía:
-Esto no puede ser.
Siempre en voz baja el vendedor de biblias me dijo:
-No puede ser, pero es. El número de páginas de este libro es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna, la última. No sé por qué están numeradas de ese modo arbitrario. Acaso para dar a entender que los términos de una serie infinita aceptan cualquier número.
Después, como si pensara en voz alta:
-Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito estamos en cualquier punto del tiempo.

martes, octubre 10, 2006


Cuando la luz deja de brillar, entonces sólo queda el recuerdo y un poco de oscuridad

jueves, octubre 05, 2006

Blue train (*)

Hay días increíbles: el sol hace resplandecer los edificios contra el cielo más azul. Días intensos, el verde parece más verde, los sentidos están más abiertos. El tráfico es el fondo de los pensamientos, los envuelve sin quebrarlos porque la concentración se potencia con la belleza.
Se camina lento o rápido, pero si el aire es tibio lo cotidiano parece milagroso: flores como margaritones, de tallo grueso y firme, se elevan desde un techo, creciendo esbeltas sobre la roñosa porción de tierra que quedó estancada entre los resquicios de dos tejas romanas.
Los días perfectos sólo son perfectos cuando la suavidad está encerrada dentro de uno, y ese encierro es dulce y voluntario. El ojo, cuando mira, transforma. El piso no es ni blanco ni negro, es multicolor e invita a dar un nuevo paso. Cinco segundos de perfección justifican un día entero de tedio.

(*) Original para Alex.